Con objeto de sacar el cante “jondo” de las peñas, de
los teatros o de los grandes espectáculos multitudinarios y llevarlo al
ambiente intimista de las tabernas, el Excmo. Ayuntamiento de Montilla organiza
durante el mes de mayo, con la colaboración de la Peña Cultural Flamenca “El
Lucero”, el ciclo “Jueves flamencos en las Tabernas”.
En la taberna, el cante se hace cercano, produciéndose
la necesaria, digamos imprescindible, comunicación íntima entre el cantaor y su
público, que suele ser conocido y digno de recibir las confidencias de quien se
las canta. No olvidemos que las tabernas fueron precursoras de las actuales peñas
flamencas, que fueron establecidas cuando se prohibió el cante en aquellas.
Qué duda cabe de que el vino ha sido el elemento
liberalizador que permite esta comunicación entre el artista y su público, siendo
los aromas del vino quienes se confunden con los sones del cante y la guitarra en
una comunión de sensaciones.
Cuando el cante flamenco
escancia el silabear rítmico de versos,
Que dicen, que hablan de
sentimientos,
Que entregan al aire poemas
de sentires y de anhelos en el reino de Baco,
Está teniendo
un encuentro de sensibilidades, esencias de la tierra, del sol y del tiempo.
José Luis
González Cáceres
La comunión de sensaciones entre el vino generoso y el
cante flamenco a que antes me refería es natural, ya que ambos, cante y vino, tienen
la cualidad de reflejar el estado de ánimo de las personas. Existen estilos
flamencos para la alegría, la serenidad y el equilibrio, para hablar de amores
y desamores, para describir los paisajes y la luz de Andalucía, para expresar
la dureza del trabajo, para cantar al dolor, la tragedia. Igual ocurre con los
vinos generosos, al existir vinos alegres y chispeantes para la fiesta, serenos
y equilibrados para la conversación íntima, dulces para la ternura, complejos,
añejos, para acompañar en las soledades profundas del alma.
De todo esto vamos a disfrutar en esta serie de
recitales que comienzan hoy y que nos traerán a cantaores, fundamentalmente
jóvenes y cercanos geográfica y humanamente, cuya transmisión se verá reforzada
por el afecto y la proximidad del público, bien distinta de la soledad de los
artistas más alejados físicamente de su público ante su propuesta artística. La
ausencia de megafonía dará una mayor calidez a estas veladas.
La noche de hoy nos ha presentado a Paz de
Manuel, cantaora joven de Priego de
Córdoba, muy flamenca de estilo personal, formada bajo la influencia de nuestro
paisano Antonio Mejías y de otros
artistas destacados como El Pele, David
Pino o la familia Anillo. Artista
estudiosa y amante del cante tradicional, centrado en la magia aglutinadora de
la redonda y sentenciosa soleá, que
completa con estilos procedentes de las zonas cantaoras que han influido en la
conformación de su repertorio: el compás de Jerez, la gracia de los cantes de
Cádiz o la melodía de los de Granada. Curro
Cruz, tocaor montillano de formación autodidacta, con un gran sentido del
compás y dominio de la técnica acompañó a Paz
en su actuación. Curro es un tocaor de toque tradicional y ágil,
seguidor de los grandes artistas de la guitarra del último cuarto del siglo
pasado (Paco de Lucía, Juan Carmona, …),
siendo en la actualidad el gran animador de las tertulias flamencas de la peña El Lucero.
Paz comenzó su recital con
malagueñas del Mellizo y la Peñaranda, que cerró con un Jabegote abandolao de gran expresividad. Los Tangos de Graná, rítmicos y melodiosos siguieron a la malagueña,
dando paso a la Soleá Apolá rematada
por algunos tercios de la de Triana.
Acabó su primera parte con una Farruca,
dulcificada, muy personal. La segunda parte nos brindó la Granaina y Media Granaina, muy ortodoxas y sensibles, que la
llevaron al compás de la Bulería por
Soleá (bulería para escuchar, como dicen en Jerez), las Alegrías de Cádiz, cerrando por Fandangos de Huelva. Hay que destacar de
esta artista su expresividad, el conocimiento del cante y su forma intimista de
contarlo. Curro ahormó su actuación
con un buen acompañamiento a la guitarra.
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