ICEl “Rincón del Conde” ha sido la
sede que ha acogido a la segunda velada de los Jueves Flamencos del mayo
montillano, convirtiéndose en esta ocasión en el “cuarto de los cabales” de la
peña “El Lucero”, en su salida fuera de su sede, de este ciclo organizado por
el Excmo. Ayuntamiento de Montilla.
En Montilla, tierra de vinos generosos, y, en general, en el
marco de la Denominación de Origen Montilla-Moriles, tenemos abundantes
ejemplos de tabernas en las que hasta el segundo tercio del siglo XX se podía
escuchar flamenco. Según nos cuentan José María Luque y Juan Laguna en su libro
“Tabernas, ventas y ventorrillos de los pueblos de Córdoba”, era frecuente
escuchar el flamenco de los cantaores aficionados montillanos Paco Cárdenas, Ruperto
o “El Canito” en la antigua taberna “El Bolero”. Es significativo señalar que
la primera sede de la peña “El Lucero” fue la taberna montillana “Mesón de
Luna” pasando posteriormente a “Ca Palop” antes de terminar en su sede actual
(así como la peña “El Mirabrás de Fernán Núñez” se ubicaba en la taberna “En la
Esquina te espero”).
En una de estas tabernas se podría escuchar esta letra de
Manuel Machado por soleá:
Chiquilla, dame otra caña,
Y canta por alegrías
“Pa” que
las penas se vayan.
Hoy nos vuelve a acompañar Córdoba,
provincia de afición serena y entendida, con una gama de cantes variada, a los
que el cantaor cordobés Onofre o Cayetano les confirió nuestra forma de ser y
de sentir sentenciosa, filosófica y evocadora: alegrías de Córdoba o soleares
de Córdoba; Fandangos de Lucena, Cabra o el Zángano de Puente Genil, o el largo
acervo de temporeras, pajaronas, cantes de trilla, así como sus rosas o saetas,
se cuentan entre los estilos más frecuentados por los cantaores cordobeses.

La velada confirmó lo que decíamos
de la raza, la entrega, el conocimiento de los cantes y buen gusto de Rocío,
con una gran racimo de cantes que incluía en cada uno de ellos una variada porción
de aromas de diferentes procedencias geográficas, muy apreciado por el
entendido público asistente. Malagueña de la Peñaranda rematada por “bandolaos”
lucentinos y de Frasquito Yerbabuena; tangos granadinos y extremeños; alegrías,
romeras, cantiñas del Pinini o de las Mirri; Serranas; Bulerías de la Paquera y
Fandangos personales fueron sus aportaciones a esta noche flamenca. Curro se
dejó contagiar de la energía de Rocío y le propuso un sugerente diálogo
guitarrístico lleno de buen gusto y compás. Las jóvenes palmas de Marta Guillén
y Javier de Dios (hermano de Rocío) ayudaron a Rocío en los cantes de compás.
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